Antecedentes de la Consitución de 1812

La Constitución de 1812 fue producto de la nueva ideología liberal del momento,y para su realización debió de luchar contra el gobierno francés ilegitimo. La constitución es un texto reivindicativo sobre los derechos naturales, de la limitación de las facultades de los gobernantes, del mandato efectivo de la ley y de la Constitución.

El Motín de Aranjuez

18 de Marzo de 1808, para: La Gaceta Constitucional
Fue un levantamiento nobiliario, propiciado por el descontento de la derrota de Trafalgar, la impaciencia del príncipe Fernando por reinar, las intrigas de la corte y sus cuchicheos del poder que Godoy ejercía en los Reyes, y el miedo del Clero a sus medidas desamortizadoras.
La presencia de tropas francesas en España, en virtud del tratado de Fontainebleau se había ido haciendo amenazante a medida que iban ocupando (sin ningún respaldo del tratado) diversas localidades españolas (Burgos, Salamanca, Pamplona, San Sebastián, Barcelona o Figueras). El total de soldados franceses acantonados en España asciende a unos 65.000, que controlan no sólo las comunicaciones con Portugal, sino también con Madrid, así como la frontera francesa.

La presencia de estas tropas terminó por alarmar a Godoy. En marzo de 1808, temiéndose lo peor, la familia real se retiró a Aranjuez para, en caso de necesidad, seguir camino hacia el sur, hacia Sevilla y embarcarse para América, como ya había hecho Juan VI de Portugal.

El 17 de marzo de 1808, tras correr por las calles de Aranjuez el rumor del viaje de los reyes, una pequeña multitud (compuesta por empleados de los nobles llegados al efecto, puesto que al ser sitio Real y no Villa, Aranjuez no tenía una población villana que pudiera alzarse por si sola) , dirigida por miembros del partido fernandino, nobles cercanos al Príncipe de Asturias, se agolpa frente al Palacio Real y asalta el palacio de Godoy, quemando aquellos enseres que no fueron directamente saqueados. El día 19, por la mañana, Godoy es encontrado escondido entre esteras de su palacio y trasladado hasta el Cuartel de Guardias de Corps, en medio de una lluvia de golpes. Ante esta situación y el temor de un linchamiento, interviene el príncipe Fernando, verdadero dueño de la situación, en el que abdica su padre al mediodía de ese mismo día, convirtiéndolo en Fernando VII.

La ocupación francesa: La Guerra de la Independencia

La Guerra de la Independencia Española, Guerra del Francés o Guerra Peninsular (1808-1814) fue un enfrentamiento militar entre España y el Primer Imperio Francés, parte de las Guerras Napoleónicas, provocado por la pretensión de Napoleón de instalar en el trono español a su hermano José Bonaparte, tras las Abdicaciones de Bayona, motivadas por la querella entre Carlos IV de España y su hijo y heredero Fernando VII, orquestada por los franceses.
Según el tratado de Fontainebleau (27 de octubre de 1807), el primer Ministro Manuel Godoy preveía, de cara a una nueva invasión hispanofrancesa de Portugal, el apoyo logístico necesario al tránsito de las tropas imperiales. Sin embargo, los planes de Napoléon iban más allá, y sus tropas fueron tomando posiciones en importantes ciudades y plazas fuertes con objeto de derrocar a la Casa de Borbón y suplantarla por su propia dinastía, convencido de contar con el apoyo popular.

El resentimiento de la población por las exigencias de manutención de las tropas extranjeras, que resultó en numerosos incidentes y episodios de violencia, junto con la fuerte inestabilidad política surgida tras el episodio del motín de Aranjuez y el ascenso al poder de Fernando VII, precipitó los acontecimientos que desembocaron en los primeros levantamientos en el norte de España y la Jornada del 2 de mayo de 1808 en Madrid. La difusión de las noticias de la brutal represión, inmortalizadas en las obras de Francisco de Goya, y de las abdicaciones de Bayona del 5 y 9 de mayo, que extendieron por la geografía española los llamamientos iniciados en Móstoles al enfrentamiento con las tropas imperiales, decidieron la guerra por la vía de la presión popular a pesar de la actitud contraria de la Junta de Gobierno designada por Fernando VII.

La guerra se desarrolló en varias fases en las que ambos bandos tuvieron sucesivamente la iniciativa, y se destacó por el surgimiento del fenómeno guerrillero que, junto con los ejércitos regulares aliados dirigidos por Arthur Wellesley, duque de Wellington, provocaron el desgaste progresivo de las fuerzas bonapartistas. La población civil, que padeció los efectos de una guerra total, en la que tanto franceses como los aliados se cebaron con la población y objetivos civiles, saqueando y pillando a gran escala y devastando, por ejemplo, la industria española, considerada una amenaza para sus respectivos intereses.1 Los primeros éxitos de las fuerzas españolas en la primavera y el verano de 1808, con la batalla del Bruch, la resistencia de Zaragoza y Valencia y, en particular, la sonada victoria de Bailén, provocaron la evacuación de Portugal y retirada francesa al norte del Ebro, seguida en el otoño de 1808 por la entrada de la Grande Armée, comandada por el propio Napoleón, que culminó el máximo despliegue francés hasta mediados de 1812. La retirada de efectivos con destino a la campaña de Rusia fue aprovechada por los aliados para retomar la iniciativa a partir de su victoria en la Batalla de Arapiles (22 de julio de 1812) y, contrarrestando la ofensiva francesa, avanzar a lo largo de 1813 hasta Pirineos, derrotando a los francesaes en las batallas de Vitoria (21 de junio) y San Marcial (31 de agosto). El tratado de Valençay (11 de diciembre de 1813) restauró a Fernando VII y dejaba a España libre de la presencia extranjera, pero no evitó la invasión del territorio francés, siendo la batalla de Toulouse (10 de abril de 1814), el último enfrentamiento de la guerra.
En el terreno socioeconómico, la guerra costó en España una pérdida neta de población de 215.000 a 375.000 habitantes,3 por causa directa de la violencia y las hambrunas de 1812, y que se añadió a la crisis arrastrada desde las epidemias de enfermedades y la hambruna de 1808, resultando en un balance de descenso demográfico de 560.000 a 885.000 personas,4 que afectó especialmente a Cataluña, Extremadura y Andalucía. A la alteración social y la destrucción de infraestructuras, industria y agricultura se sumó la bancarrota del Estado y la pérdida de una parte importante del patrimonio cultural.

Sitio de la Ciudad de Cadiz

5 de Febrero de 1810, Para la Gaceta Constitucional

El sitio de Cádiz fue el asedio de esta importante ciudad portuaria española por el ejército francés desde el 5 de febrero de 1810 hasta el 24 de agosto de 1812. Tras la ocupación de Madrid el 23 de marzo de 1808, San Fernando (cerca de Cádiz) se convirtió en sede del gobierno español, siendo atacadas ambas localidades por sesenta mil soldados franceses bajo el mando del mariscal Claude Victor, siendo uno de los más importantes sitios de la guerra. La defensa de la ciudad estuvo a cargo de dos mil soldados españoles, reforzados posteriormente por otros diez mil, así como por tropas británicas y portuguesas.

Durante el asedio, que duró dos años y medio, las Cortes Generales del Gobierno en Cádiz (Cortes de Cádiz) elaboraron una nueva constitución para reducir el poder de la monarquía, una constitución eventualmente revocada por Fernando VII. En octubre de 1810 se envió para socorrer Cádiz un ejército anglo-español de socorro puesto en vigor tras la desastrosa Batalla de Fuengirola. Un segundo intento de socorro se hizo desde Tarifa en 1811, sin embargo, a pesar de derrotar al ejército francés dirigido por el Mariscal Claude Victor en la Batalla de la Barrosa, el sitio no se levantó.

En 1812, tras la Batalla de Salamanca, las tropas francesas se vieron obligadas a retirarse de Andalucía, ante el temor de verse cercadas por los ejércitos aliados. La derrota en Cádiz de las tropas francesas contribuyó a la liberación de España de la ocupación francesa, debido a la supervivencia del Gobierno español y a la utilización de Cádiz como base por las fuerzas aliadas.
La ciudad de Cádiz y la de San Fernando (entonces llamada Real Villa de la Isla de León) fueron rodeados por los ejércitos de Soult y Claude Victor, atrincheradas en Chiclana de la Frontera, Puerto Real y El Puerto de Santa María, poblaciones de la Bahía de Cádiz situadas en un semicírculo alrededor de la ciudad. En el caso de la primera posición, Chiclana, sólo una zona de marismas y el Caño de Sancti Petri separaban las fuerzas francesas de los ejércitos aliados acantonados en San Fernando. Inicialmente, los franceses enviaron un emisario pidiendo la rendición de las dos plazas, sin embargo esta fue rechazada. Las tropas sitiadoras procedieron entonces a bombardear las dos urbes, utilizando las piezas de artillería más potentes de la época, como los morteros Grand (el mortero Grand fue colocado en St. James’s Park, Londres, como un regalo a los británicos en honor del duque de Wellington, que tuvieron que ser abandonados tras la retirada francesa y que tenían un alcance de hasta tres kilómetros, algo impensable hasta entonces. Los franceses continuaron bombardeando Cádiz y San Fernando hasta finales de 1810, sin embargo la distancia extrema desde la disparaban disminuyó el efecto de los bombardeos.

El terreno que rodea las sólidas fortificaciones gaditanas, terrenos fangosos de marismas surcados por caños como el de Sancti Petri, le resultó a las tropas napoleónicas imposible de atravesar, lo que dificultó las operaciones militares, además de sufrir también la falta de suministros y, en particular, la carencia de municiones, sin contar el desgaste que la guerrilla española hacía en la retaguardia francesa, lo que dificultaba las comunicaciones internas con el resto de Andalucía. En muchas ocasiones, los franceses se vieron obligados a enviar a escoltas de 150-200 hombres para custodiar los correos y los convoyes de suministros en el interior.
Los refuerzos franceses continuaron llegando hasta el 20 de abril; la captura de un fuerte español que custodiaba el camino hasta Puerto Real contribuyó a facilitar la llegada de estas fuerzas. Este fuerte, capturado también, proporcionó a los franceses un enclave desde el que controlar la entrada y salida de barcos del Arsenal de la Carraca, puerto militar de San Fernando. Durante 1811, las fuerzas de Claude Víctor eran continuamente limitadas, debido a las peticiones de refuerzo de Soult para apoyar a las fuerzas que sitiaban Badajoz. La salida de entre 20.000 y 15.000 soldados franceses, animó a los defensores de Cádiz y San Fernando a intentar una incursión en zona francesa. La salida de 4.000 soldados españoles, bajo el mando del general José Pascual de Zayas, fue organizada al mismo tiempo que la llegada de un ejército anglo-español de socorro, integrado por unos 16.000 soldados, que desembarcó a 50 kilómetros al sur de Tarifa. Esta fuerza anglo-española estaba bajo el mando del general español Manuel de La Peña, a la que se unió el contingente británico dirigido por el teniente general Thomas Graham. El 21 de febrero de 1811, el mal tiempo en Tarifa obligó a las tropas a entrar en Algeciras el día 23. Finalmente, el 28 de febrero, las fuerzas aliadas comenzaron la marcha en dirección a Cádiz. Este grupo se enfrentó, cerca de la playa de la Barrosa, con un destacamento francés, compuesto por dos regimientos. Aunque tácticamente este enfrentamiento fue victoria de la fuerza aliada, con un águila del regimiento francés capturado, estratégicamente el resultado fue indeciso.

De abril a agosto de 1811, entre 2.000 y 3.000 hombres continuaron operando en la zona. El 26 de octubre, los buques británicos procedentes de Gibraltar destruyeron las posiciones francesas en El Puerto de Santa María, matando al comandante de artillería francés Alexandre-Antoine Hureau de Senarmont. Un intento de Claude Victor para aplastar a la pequeña guarnición anglo-española de Tarifa, durante el invierno de 1811-1812, se vio frustrado por las lluvias torrenciales y una obstinada defensa, marcando el fin de las operaciones francesas contra los exteriores de la ciudad.

El 22 de julio de 1812, Wellington obtuvo en Salamanca una victoria táctica sobre las tropas al mando de Auguste Marmont. El ejército hispano-anglo-portugués entró en Madrid el 6 de agosto y desde allí avanzó hacia Burgos. Dándose cuenta de que su ejército corría el peligro de ser aislado, Soult ordenó la retirada de Cádiz, saliendo de tierras gaditanas el 24 de agosto. Después de un bombardeo de la artillería, los franceses colocaron juntas las bocas de más de 600 cañones, a fin de destruirlos. Aunque estas armas no pudieron ser utilizadas por los españoles y los británicos, las fuerzas aliadas capturaron 30 lanchas cañoneras y una gran cantidad de tiendas.


Las Cortes de Cadiz
Se conoce como Cortes de Cádiz a la Asamblea constituyente inaugurada en San Fernando el 24 de septiembre de 1810 y posteriormente trasladada a Cádiz (Andalucía) hasta 1814 durante la Guerra de la Independencia Española.
Durante la Guerra de la Independencia (1808-1814) las revueltas populares desembocan en la creación de Juntas Locales y Regionales de Defensa. Estas juntas tienen como objetivo defenderse de la invasión francesa y llenar el vacío de poder (ya que no reconocían la figura de José I). Estaban compuestas por militares, representantes del alto clero, funcionarios y profesores, todos ellos conservadores. En septiembre otorgan la dirección suprema a la Junta Suprema Central.

Durante la profunda crisis creada por la guerra, la Junta Central Suprema, que se creó tras la derrota francesa en la Batalla de Bailén, ordenó mediante decreto del 22 de mayo de 1809 la celebración de Cortes Extraordinarias y Constituyentes, rompiendo con el protocolo tradicional pues sólo el Rey tenía la potestad de convocarlas y presidirlas. Las Cortes, previstas para 1810, por el avance napoleónico, tuvieron que reunirse primero en San Fernando, entonces Isla de León, y después en Cádiz, que entonces estaban sitiadas por las fuerzas francesas.

Así, el 24 de septiembre de 1810 se celebró la primera sesión de las Cortes Extraordinarias y Constituyentes en la ciudad de San Fernando. Fue en esta localidad donde se promulgaron los decretos relativos a la Soberanía Nacional, la división de poderes, la igualdad y la legalidad o la libertad de imprenta. Todo ello sentaría las bases del Estado Democrático y de Derecho, así como el fin del Antiguo Régimen y el inicio de un nuevo tiempo para los súbditos peninsulares e hispanoamericanos. Estos decretos sirvieron como modelo y base de numerosas Constituciones europeas posteriores.

Participaron en las reuniones representantes de las provincias españolas y también de los territorios americanos y de Filipinas. Existían tres grandes tendencias entre los delegados: los absolutistas, que defendían el regreso de la monarquía y del reinado absoluto de la Casa de Borbón, los jovellanistas, ilustrados y defensores de las reformas, pero no del carácter revolucionario de estas, y los liberales, que defendían la adopción de reformas inspiradas en los principios de la Revolución francesa.

La tarea de las Cortes de Cádiz fue crear un cuerpo legislativo (leyes) de carácter liberal sobre el que crear un nuevo orden social que acabara con la sociedad estamental que había caracterizado a España hasta ese momento. El producto de esta labor fue la Constitución de 1812, llamada «La Pepa» pues se promulgó en la festividad de San José. Esta constitución fue el primer texto constitucional con el que contó España.

En las Cortes de Cádiz estaban representados los tres estamentos. Los liberales, los conservadores y los burgueses que sustituyeron a algunos representantes conservadores al no poder acceder a Cádiz por la ocupación francesa.

Las Cortes crearon un nuevo sistema político basado en el principio de la soberanía nacional, con la monarquía como forma de gobierno, pero con división de poderes. Tanto el Rey como las Cortes poseían la facultad para crear leyes de forma conjunta. Además, se reconocían derechos como la libertad de imprenta, la igualdad jurídica, la inviolabilidad del domicilio, etc.

Sin embargo, estos adelantos fueron suspendidos por el Decreto de Valencia de 4 de mayo de 1814 del rey Fernando VII, que declaró nula la Constitución de 1812 y todas las decisiones de las Cortes de Cádiz.

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